lunes, 21 de octubre de 2013

Sorry.

Lo siento muuuucho. He estado muy liada esta semana y no he podido subir el último capítulo. Pero ahí está. Ahí lo tenéis.

La verdad es que estoy un poco atascada porque como ya sabéis la historia no tiene final, y el trozo que he subido quería cambiar algunas cosas que bueno, al final a penas he tocado.

Pero bueno, espero que dejéis comentarios, que ya sabéis que me encantan y que os guste el nuevo capítulo. Voy a ver si entre mañana y pasado puedo subir el otro que ya hay más temita. Y me apetece que lo leáis.

Un besoo, y gracias de nuevo, sin vosotros (los que me leéis) no existiría nada de esto.

domingo, 6 de octubre de 2013

Bueno, soy un poco tonta y no sé cómo va el blog este ¿vale?


Hace un par de años (cinco) empecé una historia que no he acabado aún que tiene más de 400 páginas pero que jamás sé cómo acabarla.

Ahora la tengo abandonadita a la pobre, pero el año pasado por estas fechas empecé a escribir esta historia y me ha pasado más o menos como a la otra (aunque es más corta) y no sé cómo seguir. Pero tengo bastante escrito y aunque no es la historia definitiva he pensado subir unos cuantos capítulos para que me vayáis diciendo qué os parece y así me presiono para que me salgan ideas de cómo acabarla.


Otra cosa es que la historia ni tiene título. Pero como mi número favorito es el 39 pues nada, soy así de original y ese será el nombre provisional de mi historia.

No sé cómo se hace esto de poner miles de enlaces, así que no os fijéis en la apariencia sino en los capítulos. Espero que me digáis con sinceridad lo que pensáis de lo que vaya subiendo. Y si es malo no os preocupéis, casi que mejor.

Un beso, Pigeon.

Capítulo 1


Me despierto sobresaltada al notar a alguien a mi lado, abro los ojos y los cierro de inmediato al ver la intensa luz que enfoca mis ojos. “No puede ser” pienso. Me quejo haciendo ruidos y moviéndome en la cama.


Maldita sea.- maldigo en voz baja apretando los ojos mientras me revuelvo maldiciendo a la persona que me acaba de despertar y dejar ciega.

- Levántate puta.- reconozco la voz y medio sonrío.

- Corina.- me quejo poniendo voz de enfadada. Abro los ojos lentamente, pero sigue enfocándome con esa luz.- Aparta eso de mi cara.- digo exasperada.

- Levántate, tenemos que irnos.- dice ocultando su sonrisa. Esta a horcajadas sobre mi, puedo verla un poco mejor ahora que ha bajado el móvil.

- ¿Adónde?.- digo reacia a querer escucharla. Su sonrisa se ensancha y me mira desde arriba, su pelo castaño cae sobre sus hombros.

- A la fiesta.- y antes de que acabe ya me estoy quejando.

- ¿Pero qué hora es?

- Son las doce, así que como no levantes tu culo de ahí juro por Dios que te saco yo.

- Tengo que encontrar el modo de cerrar esa ventana.- murmuro mirando la ventana que está a mi derecha.

- Deja de quejarte. Tienes diez minutos.

- No voy a ir.

- Si lo harás.- dice convencida.

- Oh Dios no Corina.- digo tapándome con mi brazo.

- Prometí que iríamos, a Tomás le va a hacer mucha ilusión.- dice alzando las cejas varias veces.

- Vale, ahora si que no voy.

- Vamos, deja de comportarte como una cría y levántate.- dice levantándose de encima de mi. Me levanto comprobando la hora que me ha dicho en el reloj de mi mesilla. Ella se está colocando su vestido rojo ajustado, trago saliva, va a querer que vaya embutida. 

Vale, pero no voy a llevar ni por asomo algo como lo tuyo.

- Vestido.- Negocia ella. 

- No.- digo rotundamente.

- Falda.

- No.- niego y ella se muerde el labio.

- Pantalones cortos y es lo mínimo.

- Vale pero blusa encima y maquillaje escaso.

- No caerá esa breva.- dije riendo yendo al baño.

Me tropiezo hasta llegar a mi armario, no podemos abrir las luces si no queremos levantar sospechas. Es mi primer año de universidad. Bueno, en realidad es mi tercera semana de universidad. Mi mejor amiga desde que tenía nueve años Corina está conmigo y aunque la odio por levantarme en mitad de la noche para escaparnos a una fiesta la quiero con toda mi alma. Cojo unos pantalones cortísimos vaqueros que Corina ha dejado al lado de una falda cortísima también y un vestido que da vergüenza hasta mirarlo. Ni siquiera se a dónde vamos. Corina sale del baño y me mira con los vaqueros en la mano mientras se cepilla los dientes.


- Póntelos.- me ordena con la boca blanca.

- Son cortos.- me quejo y a pesar de la oscuridad me lanza una mirada asesina, le sonrío y me comienzo a desvestir.- ¿Sabes que te odio?.- digo y la oigo reir en el baño.

- Lo sé. Amor y odio son sentimientos que se confunden Len.

Suspiro poniéndome los shorts, "son cortos cortos, muy cortos" pienso mirándome en el espejo. Me pongo una blusa blanca de tirantes que me da un aire de niña buena en contraposición a los pantalones cortos. Oigo que Corina silba.


Esas piernas morena, son el deseo de algunos, y la envidia de otras.- dije mirándome las piernas. Me las hace largas, las tengo largas porque soy alta, y me siento medio desnuda. Sonrío en el espejo.- La blusa, pasable.- comenta. La miro, ella está espectacular con ese vestido que no todas las mujeres pueden llevar.

- No puedo maquillarme a oscuras.- dijo encogiéndome de hombros inocentemente. 

- Yo si. - Dice acercándose a mi.

La dejo hacer y antes de que pueda mirarme en el espejo me calza unos tacones beige que agradezco que sean comodísimos y me saca de allí.
Recorremos el pasillo en silencio y nos metemos en el ascensor. Hay normas en la residencia en la que nos hemos metido. No quiero que me expulsen antes del primer mes. Me miro en el espejo, tengo el pelo liso negro alborotado a causa de que me acabo de levantar. Es voluminoso, me lo rastrillo con las manos hasta que tengo una pinta más o menos pasable. Corina me ha pintado con delineador una linea muy fina mis ojos marrón verdosos.


No me has dicho a donde vamos.- digo mirándola mientras escribe rápidamente en su móvil.

- ¿Eh?.- dice distraidamente mirándome.

- Que a dónde vamos.- digo y ella me mira con sus ojos almendrados verdosos. Me dedica una sonrisa perfecta en cuestión de un segundo.

- A la fiesta de Oscar Larson, el estudiante de segundo curso.

- ¿Y de que se supone que le conocemos?- digo alzando una ceja en el mismo momento que se abre el ascensor, aparecemos en el vestíbulo donde no hay nadie, corremos hasta el aparcamiento exterior.

- Le he visto más de una vez estos últimos días.- dice culpable por no habérmelo contado.- Me lo he cruzado esta mañana y me ha invitado. Tu por supuesto también lo estás.- dice abriendo su coche.

- Esa baba que se te está cayendo ahora mismo ¿quiere decir algo?.- digo inocentemente tocándome el labio inferior. Ella sonríe y me lanza su chaqueta. Nos metemos en el coche.

- Es guapísimo.- dice girando la llave y mirándome.- y me trata genial, cumple casi todos los requisitos para chico diez.

- ¿Casi?.- digo buscando una emisora para poner. 

- Tengo que saber como besa.- dice con una sonrisa acelerando.


Al cabo de un rato llegamos al exterior de la casa de Oscar, hay cientos de coches aparcados por ahí, por lo que nos cuesta encontrar uno. Es el barrio rico de las casas alquiladas. Vendría a ser como una casa de una hermandad, por lo que seguramente allí dentro vivirá mas gente a parte de Oscar. Dudo que pueda pagarla solo.
Genial, fiesta de universitarios borrachos. Mi gozo en un pozo.- pienso mientras Corina me arrastra por el césped.


No te separes de mi.- dice ella sin mirarme, la gente entra y sale de la casa. Sé que hago eso por Corina y que desearía estar en mi habitación individual durmiendo, pero en ese momento me apetece pasarlo bien. 

- Siempre juntas.- digo repitiendo la promesa que nos hacíamos siempre, me sonríe cómplice.


Nuestro tren,



Cojo su mano nerviosamente mientras miro por la ventana. Miro cómo dejamos la ciudad atrás a una velocidad de vértigo. 
Él me devuelve el apretón y como le parece que no es suficiente me rodea con su brazo y besa mi sien.

Pero eso no me calma. 
No en este momento. 
No cuando voy a perderle en cuestión de minutos. 

Contengo las lágrimas. No puedo dejar que me vea llorar en este momento, no puedo dejar que se vaya y su última imagen de mi sea con la cara húmeda y la nariz roja. 

Él suspira y noto cómo traga saliva cuando el tren empieza a pararse. Es nuestra parada. O la suya. O la de ambos si contamos que él es una grandísima parte de mi. 

Bajamos del tren y más de una persona nos empuja por querer salir rápidamente de ese tren. Yo no quiero. 

Cuando pisamos suelo firme nos quedamos quietos en medio de gente que corre, gente con prisas. 
Al mismo tiempo que el tren arranca de nuevo provocando, entre todo el jaleo, un ruido ensordecedor. Pero, en cuestión de segundos la calma vuelve. La gente con prisas ya se ha ido de la estación, y gente nueva empieza a llegar tranquilamente esperando al siguiente tren. Mi pesadilla. 

Miro sus ojos, quiero ver algo familiar. Necesito observar sus ojos. Cuanta calma, amor y serenidad he encontrado en ellos siempre. Ahora solo hay amor, y miedo, y tristeza. 
Sin poder evitarlo cojo con mis manos su cara y pego mis labios a los suyos. Él suelta las maletas provocando un ruido sordo que resuena en el eco y silencio de la estación y me pega a él cogiéndome de la cintura. Me devuelve el beso recordándome lo mucho que me quiere y me necesita. 
Y lo sé. 
Sé que lo hace.