Me
despierto sobresaltada al notar a alguien a mi lado, abro los ojos y
los cierro de inmediato al ver la intensa luz que enfoca mis ojos.
“No puede ser” pienso. Me quejo haciendo ruidos y moviéndome en
la cama.
- Maldita sea.-
maldigo en voz baja apretando los ojos mientras me revuelvo
maldiciendo a la persona que me acaba de despertar y dejar ciega.
- Levántate
puta.- reconozco la voz y medio sonrío.
- Corina.-
me quejo poniendo voz de enfadada. Abro los ojos lentamente, pero
sigue enfocándome con esa luz.- Aparta eso de mi cara.- digo
exasperada.
- Levántate,
tenemos que irnos.- dice ocultando su sonrisa. Esta a horcajadas
sobre mi, puedo verla un poco mejor ahora que ha bajado el móvil.
- ¿Adónde?.- digo reacia a querer escucharla. Su sonrisa se
ensancha y me mira desde arriba, su pelo castaño cae sobre
sus hombros.
- A
la fiesta.- y antes de que acabe ya me estoy quejando.
- ¿Pero
qué hora es?
- Son
las doce, así que como no levantes tu culo de ahí juro por Dios que
te saco yo.
- Tengo
que encontrar el modo de cerrar esa ventana.- murmuro mirando la
ventana que está a mi derecha.
- Deja
de quejarte. Tienes diez minutos.
- No
voy a ir.
- Si
lo harás.- dice convencida.
- Oh
Dios no Corina.- digo tapándome con mi brazo.
- Prometí
que iríamos, a Tomás le va a hacer mucha ilusión.-
dice alzando las cejas varias veces.
- Vale,
ahora si que no voy.
- Vamos,
deja de comportarte como una cría y levántate.- dice
levantándose de encima de mi. Me levanto comprobando la hora que me
ha dicho en el reloj de mi mesilla. Ella se está colocando su
vestido rojo ajustado, trago saliva, va a querer que vaya embutida.
- Vale,
pero no voy a llevar ni por asomo algo como lo tuyo.
- Vestido.- Negocia ella.
- No.- digo rotundamente.
- Falda.
- No.-
niego y ella se muerde el labio.
- Pantalones cortos y es lo mínimo.
- Vale
pero blusa encima y maquillaje escaso.
- No
caerá esa breva.- dije riendo yendo al baño.
Me
tropiezo hasta llegar a mi armario, no podemos abrir las luces si no
queremos levantar sospechas. Es mi primer año de universidad.
Bueno, en realidad es mi tercera semana de universidad. Mi mejor
amiga desde que tenía nueve años Corina está
conmigo y aunque la odio por levantarme en mitad de la noche para
escaparnos a una fiesta la quiero con toda mi alma. Cojo unos
pantalones cortísimos vaqueros que Corina ha dejado al lado de una falda cortísima también y un vestido que da vergüenza hasta mirarlo. Ni siquiera se a dónde vamos. Corina
sale del baño y me mira con los vaqueros en la mano mientras se cepilla los dientes.
- Póntelos.-
me ordena con la boca blanca.
- Son
cortos.- me quejo y a pesar de la oscuridad me lanza una mirada
asesina, le sonrío y me comienzo a desvestir.- ¿Sabes que te
odio?.- digo y la oigo reir en el baño.
- Lo
sé. Amor y odio son sentimientos que se confunden Len.
Suspiro
poniéndome los shorts, "son cortos cortos, muy cortos" pienso mirándome en el
espejo. Me pongo una blusa blanca de tirantes que me
da un aire de niña buena en contraposición a los pantalones
cortos. Oigo que Corina silba.
- Esas
piernas morena, son el deseo de algunos, y la envidia de otras.- dije mirándome las
piernas. Me las hace largas, las tengo largas porque soy alta, y me siento medio desnuda. Sonrío en el espejo.- La blusa, pasable.- comenta. La
miro, ella está espectacular con ese vestido que no todas las
mujeres pueden llevar.
- No
puedo maquillarme a oscuras.- dijo encogiéndome de hombros
inocentemente.
- Yo
si. - Dice acercándose a mi.
La
dejo hacer y antes de que pueda mirarme en el espejo me calza unos
tacones beige que agradezco que sean comodísimos y me saca de allí.
Recorremos
el pasillo en silencio y nos metemos en el ascensor. Hay normas en la
residencia en la que nos hemos metido. No quiero que me expulsen
antes del primer mes. Me miro en el espejo, tengo el pelo liso negro
alborotado a causa de que me acabo de levantar. Es voluminoso, me lo
rastrillo con las manos hasta que tengo una pinta más o menos
pasable. Corina me ha pintado con delineador una linea muy fina mis
ojos marrón verdosos.
- No
me has dicho a donde vamos.- digo mirándola mientras escribe
rápidamente en su móvil.
- ¿Eh?.-
dice distraidamente mirándome.
- Que
a dónde vamos.- digo y ella me mira con sus ojos almendrados
verdosos. Me dedica una sonrisa perfecta en cuestión de un segundo.
- A
la fiesta de Oscar Larson, el estudiante de segundo curso.
- ¿Y
de que se supone que le conocemos?- digo alzando una ceja en el
mismo momento que se abre el ascensor, aparecemos en el vestíbulo
donde no hay nadie, corremos hasta el aparcamiento exterior.
- Le
he visto más de una vez estos últimos días.-
dice culpable por no habérmelo contado.- Me lo he cruzado esta
mañana y me ha invitado. Tu por supuesto también lo estás.-
dice abriendo su coche.
- Esa
baba que se te está cayendo ahora mismo ¿quiere decir
algo?.- digo inocentemente tocándome el labio inferior. Ella sonríe
y me lanza su chaqueta. Nos metemos en el coche.
- Es
guapísimo.- dice girando la llave y mirándome.- y me trata genial,
cumple casi todos los requisitos para chico diez.
- ¿Casi?.-
digo buscando una emisora para poner.
- Tengo
que saber como besa.- dice con una sonrisa acelerando.
Al
cabo de un rato llegamos al exterior de la casa de Oscar, hay cientos
de coches aparcados por ahí, por lo que nos cuesta encontrar uno. Es
el barrio rico de las casas alquiladas. Vendría a ser como una casa
de una hermandad, por lo que seguramente allí dentro vivirá
mas gente a parte de Oscar. Dudo que pueda pagarla solo.
Genial,
fiesta de universitarios borrachos. Mi gozo en un pozo.- pienso
mientras Corina me arrastra por el césped.
- No
te separes de mi.- dice ella sin mirarme, la gente entra y sale de
la casa. Sé que hago eso por Corina y que desearía estar en
mi habitación individual durmiendo, pero en ese momento me apetece
pasarlo bien.
- Siempre
juntas.- digo repitiendo la promesa que nos hacíamos siempre, me
sonríe cómplice.